domingo, 10 de marzo de 2013

El Teatro

                                                                                    El teatro en el siglo XX
Durante las primeras décadas del siglo XX surgieron en Puerto Rico diversas compañías dramáticas, la mayoría de ellas de corta duración. Por lo general, se dedicaban al teatro lírico, a la comedia y al teatro para niños.
También surgió un teatro gestado en los centros de instrucción obrera y otro en los casinos de algunos pueblos, como San Sebastián, Mayagüez y Cabo Rojo. Entre los autores de teatro obrero se destacaron: Ramón Romero Rosa, José Limón de Arce y Luisa Capetillo, entre otros. Estos escritores usaron el teatro como un medio para enseñar a los obreros a defenderse de las explotaciones de las centrales azucareras. El teatro de alta sociedad, en cambio, evocaba recuerdos de España.
Para la década del veinte, algunos dramaturgos recogieron en sus obras las inquietudes y preocupaciones que vivía nuestro pueblo. Entre estos escritores se destacaron: Luis Lloréns Torres, autor de El Grito de Lares, Juan B. Huyke, autor de La agonía antillana y Nemesio Canales, autor de El héroe galopante.
Juan Nadal Santacoloma fue el principal empresario y promotor del teatro nacional puertorriqueño en esas primeras décadas del siglo veinte.

Los años 40 y 50:
Varios eventos contribuyeron a que el quehacer dramático continuara activo y con mayor ímpetu durante la década de los 40. La sociedad Areyto inauguró la década con el estreno del clásico de nuestra literatura, Tiempo muerto, de Manuel Méndez Ballester y Mi Señoría, de Luis Rechani Agrait. En 1941 surgió el Teatro Universitario, dirigido por Leopoldo Santiago Lavandero; en 1946, el Teatro Rodante Universitario y en 1949, el Teatro Infantil, llamado más tarde Comedieta Universitaria. Fueron esos los inicios de lo que vendría a ser el Departamento de Drama de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras. Desde sus comienzos en 1941, ha sido una de las instituciones que más ha contribuido a la formación artística y académica de la clase teatral puertorriqueña. Carlos Marichal y Rafael Cruz Emeric comenzaron entonces sus prolíficas carreras como escenográfos. Nilda González y Victoria Espinoza se iniciaron entonces como directoras de escena. Unos años después, se destacó Dean Zayas como uno de los más fecundos directores de escena que hemos tenido.
La década de los 50 produjo dos prominentes dramaturgos: Francisco Arriví y René Marqués. Arriví, autor de Vejigantes, dio un gran impulso a la producción teatral en Puerto Rico, como director de la oficina de Fomento Teatral del Instituto de Cultura. Marqués, por otro lado, aprovechó el drama para exponer sus inquietudes políticas y sociales. Marqués expresa su ideal independentista a través de sus obras de mayor relevancia: La carreta, Los soles truncos y Un niño azul para esa sombra.
Es René Marqués quien funda el Teatro Experimental del Ateneo Puertorriqueño en 1952, lo que creó otro espacio para la representación de nuevas obras de teatro. En 1958 comenzaron los Festivales de Teatro Puertorriqueño, bajo el auspicio del Instituto de Cultura, actividades que promovieron aún más la producción de un teatro escrito por autores puertorriqueños.

La década de los 60:
Durante la década del 60 dos figuras principales que aún continúan activos en el campo de la dramaturgia, iniciaron sus carreras: Myrna Casas y Luis Rafael Sánchez. Cristal roto en el tiempo, Absurdos en soledad, Eugenia Victoria Herrera, Al garete, No todas lo tienen, Este país no existe, Voces, Qué sospecha tengo, El gran circo eucraniano y el libreto de la ópera El mensajero de plata, son algunas de las obras escritas por Casas, cuyos textos la convierten en la dramaturga más prominente de Puerto Rico. Por su parte, Luis Rafael Sánchez es autor de: Sol 13 interior, O casi el alma, La pasión según Antígona Pérez, Los ángeles se han fatigado, Farsa del amor compradito, La espera, La hiel nuestra de cada día y Quíntuples. Otro dramaturgo importante de esa generación fue Gerard Paul Marín, autor de El final de la calle y En el principio la noche era serena, entre otras obras.

Los últimos años de la década del 50 y la década del 60 vieron nacer diversas compañías de teatro. Entre éstas: La Máscara, El Cemí, Alta Escena, Theatrón, El Coquí, Arlequín, Poesía Coreada de Puerto Rico, y El Tajo del Alacrán. Producciones Cisne y Teatro del Sesenta se han mantenido en constante actividad desde entonces, por más de cuarenta años. Durante los años 60, los café-teatros La Tierruca y La Tea, en el Viejo San Juan, sirvieron de escenario para múltiples experimentos teatrales y recitales poéticos de aquellos años. Abelardo Ceide se destacó produciendo y dirigiendo obras de su propia autoría en esas salas. Lydia Milagros González escribió varias piezas teatrales representadas por El Tajo del Alacrán.

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